Una obra de arte puede convertirse en una extensión personal de su propietario. Para su elección debe existir todo un proceso y una conexión tal que la persona experimenta un disfrute y una satisfacción especial. Ese es el poder que tiene el arte en general, que hace que no se lo escoja por azar o por su valor monetario, sino por lo que la obra es capaz de transmitir.
Los cuadros pintados en oleo o acrílico sobre lienzo otorgan personalidad a un espacio o ambiente. Salones, el comedor, una sala de estar, pasillos o dormitorios, son lugares perfectos para exhibir una pintura. El color y/o la temática pueden contrastar o reforzar el concepto de la decoración. En un espacio de trabajo, una obra de arte puede dar vida y creatividad a una oficina, ayudando a reducir el estrés y aportando en el momento de relajación, refrescando las ideas o generando una pausa mental cuando se contempla entre una tarea y otra.